¿Qué microorganismos forman parte de nuestra microbiota?

La microbiota intestinal es sin duda las más conocida, y también la más extensa. Existen el mismo número de bacterias en nuestro intestino que células componen todo nuestro organismo. Esto supone un peso de unos 300 gramos de microorganismos que componen nuestra microbiota intestinal. Si hablamos del genoma de esta microbiota, tendría en torno a 200 veces más genes que nuestro propio genoma. Genes que se expresan y realizan sus propias funciones en nuestro intestino. 

¿Dónde se encuentra?

La microbiota está presente a lo largo de todo nuestro tubo digestivo, siendo más escasa al inicio debido a la presencia de ácidos digestivos y sales biliares, y llegando a su mayor diversidad y complejidad en el intestino grueso (considerado uno de los lugares del planeta con mayor población de microorganismos).

¿Dónde se encuentra?

La microbiota está presente a lo largo de todo nuestro tubo digestivo, siendo más escasa al inicio debido a la presencia de ácidos digestivos y sales biliares, y llegando a su mayor diversidad y complejidad en el intestino grueso (considerado uno de los lugares del planeta con mayor población de microorganismos).

Funciones de la microbiota intestinal

Existen gran multitud de procesos en los que participa la microbiota intestinal:

Funciones metabólicas

Entre otras funciones, las bacterias son capaces de transformar hidratos de carbono que no podemos digerir en ácidos grasos de cadena corta que sí son aprovechables por nuestro organismo. Además, generan compuestos propios que nos son de vital importancia, como las vitaminas K, B12, biotina, y los ácidos fólico y pantoténico.

Funciones metabólicas

Entre otras funciones, las bacterias son capaces de transformar hidratos de carbono que no podemos digerir en ácidos grasos de cadena corta que sí son aprovechables por nuestro organismo. Además, generan compuestos propios que nos son de vital importancia, como las vitaminas K, B12, biotina, y los ácidos fólico y pantoténico.

Funciones de protección:

La microbiota intestinal ejerce una función protectora frente a las infecciones a través de mecanismos de barrera y bloqueo de recursos. Un crecimiento equilibrado de los componentes beneficiosos de la microbiota ejerce una presión competitiva sobre las bacterias oportunistas que no podrán proliferar.

Funciones de protección:

La microbiota intestinal ejerce una función protectora frente a las infecciones a través de mecanismos de barrera y bloqueo de recursos. Un crecimiento equilibrado de los componentes beneficiosos de la microbiota ejerce una presión competitiva sobre las bacterias oportunistas que no podrán proliferar.

Funciones tróficas:

La microbiota intestinal también participa en el control del sobrecrecimiento y reemplazo de
las células del epitelio intestinal.

Funciones tróficas:

La microbiota intestinal también participa en el control del sobrecrecimiento y reemplazo de las células del epitelio intestinal.

Funciones inmunológicas:

Merece una especial atención la capacidad que presentan algunas bacterias para influir sobre la actividad del sistema inmunitario. Este mecanismo se conoce como inmunomodulación y solo se ha demostrado de forma clara en determinadas cepas. A través de esta inmunomodulación, la microbiota intestinal puede regular la actividad del sistema inmunitario, como por ejemplo, poniéndolo en alerta ante la llegada de agentes infecciosos, mejorando los tiempos y capacidades de respuesta a vacunaciones e infecciones, mejorando la respuesta inmune entrenada y participando en el control de los síntomas producidos por la respuesta inmunitaria atópica.

Funciones inmunológicas:

Merece una especial atención la capacidad que presentan algunas bacterias para influir sobre la actividad del sistema inmunitario. Este mecanismo se conoce como inmunomodulación y solo se ha demostrado de forma clara en determinadas cepas. A través de esta inmunomodulación, la microbiota intestinal puede regular la actividad del sistema inmunitario, como por ejemplo, poniéndolo en alerta ante la llegada de agentes infecciosos, mejorando los tiempos y capacidades de respuesta a vacunaciones e infecciones, mejorando la respuesta inmune entrenada y participando en el control de los síntomas producidos por la respuesta inmunitaria atópica.

El 70% de los componentes que forman parte de nuestro sistema inmunitario se encuentran localizados en el intestino manteniendo una estrecha relación con nuestra microbiota intestinal. Es por ello que cualquier alteración que sufra nuestra microbiota se verá reflejada en el funcionamiento del sistema inmunitario.

Para ayudar a nuestra microbiota a mejorar estos estados de pérdida de diversidad o abundancia, es posible enriquecerla con cepas específicas que hayan demostrado mediante estudios clínicos tener unas cualidades beneficiosas para nuestro sistema inmunitario.

Composición de nuestra microbiota intestinal.

La composición de nuestra microbiota intestinal no permanece constante a lo largo de toda nuestra vida, sino que varía debido a diversos factores como la senescencia o la alimentación.
En edades avanzadas perdemos variabilidad en su composición y esto se refleja en una menor capacidad de respuesta del sistema inmunitario.
Además, el avance de la comida procesada y la industrialización de la alimentación hace que cada vez consumamos menos carga microbiológica con los alimentos (masa madre, fermentaciones y curaciones microbiológicas, fibras naturales, etc.), lo que lleva incluso a extinguir determinadas especies de nuestra microbiota intestinal. Ante esta situación, un aporte de microorganismos en forma de probióticos, reconocidos por la Organización Mundial de la Salud como ”microorganismos vivos que cuando se administran en una cantidad adecuado ejercen un efecto beneficioso sobre la salud del portador”, puede ayudar a recuperar nuestra microbiota intestinal e incluso enriquecerla con determinadas cepas con características específicas.

Composición de nuestra microbiota intestinal.

La composición de nuestra microbiota intestinal no permanece constante a lo largo de toda nuestra vida, sino que varía debido a diversos factores como la senescencia o la alimentación.
En edades avanzadas perdemos variabilidad en su composición y esto se refleja en una menor capacidad de respuesta del sistema inmunitario.
Además, el avance de la comida procesada y la industrialización de la alimentación hace que cada vez consumamos menos carga microbiológica con los alimentos (masa madre, fermentaciones y curaciones microbiológicas, fibras naturales, etc.), lo que lleva incluso a extinguir determinadas especies de nuestra microbiota intestinal. Ante esta situación, un aporte de microorganismos en forma de probióticos, reconocidos por la Organización Mundial de la Salud como ”microorganismos vivos que cuando se administran en una cantidad adecuado ejercen un efecto beneficioso sobre la salud del portador”, puede ayudar a recuperar nuestra microbiota intestinal e incluso enriquecerla con determinadas cepas con características específicas.